11 febrero, 2012

Lobo escritor


a Juan A. Epple


Con su peluda y torpe zarpa, el Lobo aferró el lápiz grafito e inició la escritura de su primer y último microcuento, sabiendo que lo dedicaría a la Caperucita de sus sueños. Escogió un final feliz y lo borró con rabia. Lo cambió a un desenlace triste y se decepcionó. Optó por el final trágico, el clásico. Añadió el punto final y salió dispuesto a enfrentar su destino.

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