Llevaba dos semanas en cama y no
me sentía nada de bien. Apenas me lograba levantar para tomar un vaso de leche
una o dos veces al día y hacer mis necesidades. Estaba solo hacía mucho tiempo
y nadie se preocupaba de mí. Sentía que me iba debilitando sin remedio.
Entonces me visitó la Muerte en su habitual apariencia de esqueleto. Sin
embargo llevaba puesto un traje de viejo pascuero. Eso me pareció una
inconsistencia y la reprendí severamente. El cráneo mondo me sonrió con una
amabilidad que me antojó forzada en aquellas circunstancias. Se sentó a mi lado y me preguntó cómo estaba. Lo
encontré intolerable. Después me ofreció una tisana. Acepté y desapareció unos
minutos. Concluí que se trataría de un activísimo veneno, pero ya estaba
cansado y me resigné a morir. Bebí la tisana son la esperanza de hallar el
descanso eterno.
De pronto me sentí bien, muy
bien. Perfectamente, pletórico de energías. Salté del lecho y caí sobre ella.
Quería agradecerle. Hicimos el amor con furia. Creo que hice realidad un poema de
Parra. Ahora vive aquí, conmigo. Somos todo lo felices que se puede esperar.
Ella sale a realizar su trabajo y yo el mío. Me pregunto cuánto irá a durar
esto.
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