Con tantos cuidados que pueden
llamarse amor de tan excelsos, fue plegando el papel con arte extinto hasta
formar la pajarilla perfecta, armoniosa, alba. Extasiado contempló la
perfección salida de sus manos y cayó de rodillas ante ella, como si fuera una
divinidad. Ella vio sus lágrimas, mas no fueron suficientes para retenerla en
esa tierra. Desplegó el vuelo y abandonó a su creador. En sus primeros aleteos
lo olvidó del todo, como si jamás hubiera existido.
14 abril, 2013
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4 comentarios:
muy buena pieza, Diego, que ilustra -con su metáfora- el vuelo de nuestros propios hijos.
Un abrazo,
Hermoso texto, Diego.
Como siempre, un placer y un aprendizaje leerte.
Abrazo.
Muchas gracias por vuestros comentarios, Pedro y Leo, los aprecio mucho y proveen energías para el camino, un abrazo
Diego
Lindo cuento.
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