La perfecta belleza ebúrnea de
piel suave como terciopelo, el tono marfilino de la piel, las curvas
enloquecedoras, el triángulo del pubis, los senos diseñados por un dios.
Desnuda, dormida, entregada al beso de la calavera hambrienta, la belleza se
prodiga. Desde un ángulo inferior contemplo el brazo exánime y la luz me revela
el pezón destellando como una joya pulcra, un diamante del deseo. La parca
desliza la osamenta de su mano sobre el muslo –delicia indescriptible- adivino
que camino del sexo. Y los labios, pues el mondo cráneo los posee, buscan tu
boca angelical con el deseo de la vida y de la muerte.
20 enero, 2016
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