El
monstruo de Frankenstein organiza un paseo al campo; insiste en que Drácula
facilite la carroza durante el día para subir a la montaña. El vampiro se
rehúsa al paseo porque es de día, pero el hombre lobo ofrece cargarlo atrás en
el ataúd y despertarlo al atardecer con una buena ración de carne sangrienta.
Lo convence, punto bueno. La momia, en cambio, parte feliz; “milenios que no salgo de picnic”, argumenta mientras se
acicala los vendajes. La mujer pez advierte que no lavará los platos ni servirá
como si fuera mucama; deja fuera cualquier intento de instrumentalización. De
cocaví: un par de humanos y bolsas de plasma para acompañar. La vida es simple
y bella cuando se asume con buena voluntad.
09 enero, 2016
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