Mi personaje no sabe si le gusta
el realismo; se lo pregunta hundiéndose los incisivos.
Tras unos segundos concluye que abomina
de él. Detesta devenir en conformista.
Entonces le menciono la renuncia
y estalla en llamas: que no va a renunciar a nada, menos a lo imposible, que
los sueños son el motor de la humanidad, y que de preferencia me vaya a freír
monos al averno de los ingenuos.
Arteramente (bien lo sabe usted),
lanzo mi estocada gramsciana; aquello del pesimismo de la razón y el optimismo
de la voluntad. Lo dejo seco, touché, por un buen rato. Elucubrando.
¿Cuál voluntad, la de quién?, contraataca
mi personaje (que nunca se da por vencido, vaya convenciéndose). Aquí hay una
sola voluntad que se impone por sobre cualquiera, y usted lo sabe, no venga a
joder con esa moneda de la democracia.
Pero hemos avanzado,
contrarresto, eso no puede negarlo; no puede tapar el sol con un dedo.
¿Avanzado hacia dónde? Dígame
usted donde vamos, querido amigo…
Voy por una botella de cola de
mono y un par de vasos. Es lo mejor para cerrar este año. Ya está claro que nos
vamos a fastidiar de este modo las últimas horas de 2015. No nos vamos a poner
de acuerdo. Eso es lo único claro. Aunque sí hay una coincidencia: no pretendemos
pensar igual. Solo pensar. Eso es lindo. Trae esperanzas. ¡Feliz 2016!
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