31 diciembre, 2015

Realismo o renuncia: despidiendo el 2015

Mi personaje no sabe si le gusta el realismo; se lo pregunta hundiéndose los incisivos.
Tras unos segundos concluye que abomina de él. Detesta devenir en conformista.
Entonces le menciono la renuncia y estalla en llamas: que no va a renunciar a nada, menos a lo imposible, que los sueños son el motor de la humanidad, y que de preferencia me vaya a freír monos al averno de los  ingenuos.
Arteramente (bien lo sabe usted), lanzo mi estocada gramsciana; aquello del pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad. Lo dejo seco, touché, por un buen rato. Elucubrando.
¿Cuál voluntad, la de quién?, contraataca mi personaje (que nunca se da por vencido, vaya convenciéndose). Aquí hay una sola voluntad que se impone por sobre cualquiera, y usted lo sabe, no venga a joder con esa moneda de la democracia.
Pero hemos avanzado, contrarresto, eso no puede negarlo; no puede tapar el sol con un dedo.
¿Avanzado hacia dónde? Dígame usted donde vamos, querido amigo…

Voy por una botella de cola de mono y un par de vasos. Es lo mejor para cerrar este año. Ya está claro que nos vamos a fastidiar de este modo las últimas horas de 2015. No nos vamos a poner de acuerdo. Eso es lo único claro. Aunque sí hay una coincidencia: no pretendemos pensar igual. Solo pensar. Eso es lindo. Trae esperanzas. ¡Feliz 2016!

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