13 agosto, 2016

Visitas curiosas

Muy atribulado por las actitudes de gentes que consideraba amigas leales, me pregunto cuánto podré descender aún en la escala de la decadencia. Entonces se me aparece Einstein al frente, apoltronado en el sillón.
-¿Qué tal? -pregunta incisivo, o al menos eso me parece.
-Mal -respondo con laconismo.
-Haces mal en desanimarte tanto.
-No puedo controlarlo. ¿Puedo llamarte Albert?
-Alberto mejor. Beto, si quieres.
-Bien, Beto. ¿En qué puedo servirte? Entiendo que estás muerto hace rato. No sé qué haces aquí.
-Trato de ayudar, ese es mi propósito. Tal vez pueda, tal vez no. Pero cuéntame, confía en mí. Ya no tengo amigos. Tampoco estoy seguro de haberlos tenido alguna vez.
-De eso se trata… de amistades, lealtades, traiciones, intereses.
-La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa. Es una cita de mí mismo.
-¿Qué quieres decir?
-Eso tienes que descubrirlo por ti mismo. Sin embargo, e solo una cita; es posible que no tenga ningún significado concreto. Pero aplicada…
-Eres un cabronazo -replico con algo de resentimiento-, me haces sentir idiota.
-Eso no le hace mal a nadie -se desordena aún más los blancos cabellos-. Estás de pésimo ánimo, creo que me iré.
-¿Nada más que decir? -ironizo.
-Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad.
-¿Otra auto referencia?
-Sí -repone y desaparece.

Me siento un poco mejor. No sé por qué.

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