La bella desnuda extiende un
brazo y la lechuza va a posarse en él con su plumaje albo como una estrella
lejana y fría. Se coloca un polizón –no para afirmar una pollera- sino para
cobijar los pájaros de colores que la confunden con su hogar-jaula, esclavizados
por su propia mente. Ah, la bella desnuda, con una rosa granate equilibrada
sobre el hombro, cien tordos tatuados sobre la piel nívea sosteniendo claveles,
conduciendo un enorme cisne con una brida de seda escarlata. Ella flotando
sobre la manada de lobos y la nieve cayendo en llamaradas sobre la pradera.
09 marzo, 2017
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