Mi nuevo auto es lujoso,
elegante, de marca distinguida, reluciente y está flamante, sin un mínimo rayón;
lo conseguí gracias un crédito de la automotora. Lo guardo orgulloso en el garaje
de mi gran casa en el barrio alto, por la cual pago una gravosa cuota en
concepto del crédito hipotecario que concedió el banco. Gracias al crédito que
me ofreció una casa comercial, vengo regresando de un viaje por tres semanas en
bellos resorts en Centroamérica. Mañana firmaré los pagarés del colegio de los
niños. Por suerte tengo tres tarjetas de crédito para asegurar la subsistencia.
En cuanto a amistad, amor, solidaridad, lealtad, nunca he creído en tales patrañas.
No le debo nada a nadie. He salido solo adelante; eso me enseña la vida.
12 marzo, 2017
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