Entre el 7 y el 9 de octubre de 2017 se realizó el II Encuentro
Iberoamericano de Minificción en la Ciudad de México, en el marco de la XVII Feria
Internacional del Libro en el Zócalo, y en la recientemente inaugurada Galería
del Centro Cultural El Rule. El Encuentro fue organizado por el Seminario de
Cultura Mexicana y la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, con la dirección
de Marco Antonio Campos y Javier Perucho. Asistieron escritores, editores y estudiosos
de diversos países: México, España, Puerto Rico, Colombia, Ecuador, Perú,
Argentina y Chile, país que me correspondió representar, tal como hizo Lilian
Elphick el año pasado.
Al inicio del evento fue entregado -con mucha justicia habría que resaltar-
el II Premio Iberoamericano de Minificción Juan José Arreola 2017, otorgado
a la trayectoria de un microrrelatista, organizado por la Secretaría de Cultura
de la Ciudad de México y el Seminario de Cultura Mexicana, y que este año fue
para el escritor argentino Raúl Brasca.
El jurado, conformado por Violeta Rojo (investigadora venezolana de
amplia trayectoria), Caroline Lepage (investigadora francesa) y Ana María Shua
(escritora argentina, ganadora de la primera versión del mismo premio), decidió
entregar por unanimidad el reconocimiento a Raúl Brasca, por la alta calidad y
el incuestionable valor literario de su obra. Como parte del homenaje se lanzó una antología personal del autor
titulada Minificciones, coeditada
por las instituciones organizadoras y Editorial Ficticia (que cuenta con una
amplia trayectoria en el género brevísimo).
Como siempre ocurre en los encuentros de microrrelato, rápidamente se
constituyen en el escenario de un amistoso reencuentro de una cofradía que goza
de buena salud, creatividad, humor y compañerismo. Reencontrarse en algún país
de habla hispana es una fiesta, sea en México, Argentina, Colombia, Perú, Chile
o donde nos lleve el ímpetu por compartir con fraternidad. La familia de la Minificción va creciendo de año en año, y ganando
reconocimiento para el género narrativo breve.
El Cono Sur,
representado por Argentina, Perú y Chile, va conformando un polo interesante
desde el punto de vista de la creación (un numeroso contingente de autores que
cultivan el género de manera importante), la edición (hay editoriales dedicadas
exclusivamente o con presencia significativa al género) , el estudio (las
universidades se van sumando a la investigación de la Minificción) y la
organización de encuentros por parte de actores diversos.
De Argentina
estuvieron: Raúl Brasca, Premio Juan José Arreola 2017, un autor prolífico y de
alta calidad, generoso difusor del género a través de numerosas antologías,
animador de encuentros literarios, incansable estudioso; Ildiko Nassr, la
irreverente y talentosa jujeña que muestra enormes habilidades cuando se trata
de trabajar o jugar con la palabra; Juan
Romagnoli, un escritor que demuestra continuamente la profundidad que puede
lograr la concisión del microrrelato; Martín Gardella, gran cultor del humor
negro en pocas palabras y difusor incansable de la Minificción en la web y la
radio.
De Perú, dos
indispensables y permanentes animadores de la minificción: Alberto Benza, que a
sus dotes de escritor del género brevísimo agrega sus formidables energías de
editor (Micrópolis invade beneficiosamente el continente con sus ediciones
cuidadas); Rony Vásquez, que combina su ejercicio creativo de autor con las
labores editoriales de la revista Plesiosaurio y Micrópolis; a ellos se sumó César
Klauer, que exhibe sarcasmo y crítica social en sus breves textos cargados de
humor negro.
Caminando hacia el
Norte nos encontramos con Solange Rodríguez Pappe de Ecuador, que ejerce sus
estupendos oficios en el territorio de la fantasía brevísima explorando lo
extraño, y Esteban Dublín de Colombia
que, flanqueando el límite con la poesía, nos ofrece el placer del cierre
inesperado y la reflexión inevitable. De Puerto Rico estuvo Emilio del Carril,
un esgrimista de la ironía, la sorpresa y lo extraño.
Cruzando el
Atlántico, llegamos a Islas Canarias (España), representada por el
minificcionista y poeta Juan Carlos de Sancho, que añade otros oficios como el
de crítico, antólogo y director de revistas. De España también participó Ana
Calvo Revilla, profesora e investigadora de la Universidad CEU San Pablo de
Madrid.
México es cuna de
autores fundamentales del género como Juan José Arreola, Julio Torri, José de
la Colina, Salvador Elizondo, José Emilio Pacheco, Agustín Monsreal, una poderosa
vertiente potenciada por la residencia
de exiliados como Max Aub y Augusto
Monterroso, y los recientemente fallecidos maestros René Avilés Fabila y
Guillermo Samperio.
En el país
anfitrión hay un importante grupo de minificcionistas de oficio, suficientemente
probados en cuanto a eficacia en el género, un universo imposible de recorrer
en estas líneas. Entre ellos no podemos dejar de mencionar a Mónica Lavín y Dina Grijalva,
ambas muy audaces y efectivas en su estilo, temáticas y lenguaje; agudas y
mordaces. Marcial Fernández, que se ejercita en la extrema brevedad de manera
penetrante y con ironía inteligente, y se da tiempo para dirigir la editorial
Ficticia. José Luis Zárate, que a sus celebradas y premiadas dotes como
narrador del ámbito fantástico, agrega el
ejercicio de la minificción. Alberto Chimal, un escritor con múltiples facetas
en el mundo narrativo, irreverente, divertido, cultor de lo fantástico y la
brevedad.
Ana Clavel,
narradora en toda la línea, con una obra muy reconocida, explora la
microficción con una mirada desde lo femenino. Azucena Franco se mueve con
destreza en el complejo terreno de lo erótico y lo fantástico. Juan Carlos
Gallegos se perfila como un diestro administrador del absurdo fantástico en sus
historias. Alfonso Pedraza, a sus propias artes de creador, agrega las de
antólogo, tallerista y gran difusor del género. José Manuel Ortiz, dueño de una
prosa filosa, penetrante y cargada de sarcasmo, poeta y antólogo.
Podríamos seguir
con una extensa lista de microficcionistas que dan cuenta de la importancia del
género en México, donde existe una larga tradición: Ana García Bergua, Laura
Elisa Vizcaíno, Rogelio Guedea, Cecilia Eudave, Óscar Tagle, Gabriel Ramos, Fernando
Sánchez Cielo, David Baizabal y el abnegado organizador, estudioso y cultor del
género Javier Perucho; y conste que mencionamos sólo algunos autores que
pueblan una galaxia heterogénea.
El II Encuentro Iberoamericano de Minificción se realizó por segundo año
consecutivo y así va constituyendo una tradición admirable, de amplia
efectividad para la instalación del género narrativo brevísimo. Confirma así
México su contribución al género en el ámbito institucional (resultado de una
política cultural), que reconoce y acompaña a las actividades de las universidades
y las editoriales, y potencia el magnífico y sostenido despliegue de sus
creadores.
Más de medio centenar de escritores, investigadores, editores y público
general, sobre todo estudiantes, compartimos durante tres días El Rule para
compartir novedades, lecturas, debates del ámbito de la microficción.
Hay que señalar a los buenos oficios de Marco Antonio Campos y Javier
Perucho desde el Seminario de Cultura Mexicana, para asegurar todos aquellos
múltiples aspectos que conforman un encuentro literario grato, productivo y
fraterno.
Sólo echamos de menos el contexto de la Feria del Zócalo, postergada por
efectos del terremoto devastador, lo cual implica un doble reconocimiento a los
organizadores, que debieron enfrentar no sólo las complejidades propias de un
evento literario, sino que las dificultades derivadas de la emergencia. Una
razón más para valorar la iniciativa de México, un país generoso, abierto y
pleno de afecto, que confirma una vez más su promoción irrestricta e
incondicional de la cultura.
¿Qué encuentro o congreso será el escenario del reencuentro con los
colegas de la microficción, en qué país, cuándo? No lo sabemos, pero estamos
ciertos que ocurrirá y pronto. La narrativa breve encierra una pasión literaria
enorme, que traspasa las fronteras de nuestros países, forjando una fraternidad
inusual y estupenda, que se mantiene viva gracias a los lazos tan invisibles
como sólido de internet, un aliado poderoso. Un fuerte abrazo a todos sus
integrantes, sigamos cultivando esta amistad que nos honra.
Diego Muñoz Valenzuela; octubre
2017
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