19 diciembre, 2011
No hay enemigo pequeño
Me amenaza con una pistolita minúscula, una miniatura perfecta que sostenía dificultosamente entre el pulgar y el índice. Ante amenaza tan ridícula no tengo otra alternativa que lanzar una estentórea carcajada. Acto seguida ella describe unos pases mágicos con su mano recargada de anillos y me transforma en liliputiense. “Ríete ahora, enano”, me desafía ahora, apuntándome con el formidable mortero.
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