Drácula se ha disfrazado de Santa
Claus para atraer a los niños en vísperas de Navidad. Se empleó en un centro
comercial: allí pasa sentado en su trono rojo, donde no se perciben las
salpicaduras escarlatas. Sienta a los pequeños y pequeñas en sus rodillas y los
mece hasta adormecerlos. Entonces les introduce su lengua de serpiente por las
orejas para libarles el fluido de la vida. No puede morderles la garganta, pues
lo descubrirían. Pero así parece que estuviera susurrándoles al oído historias
maravillosas. Se preocupa de no ensañarse, de modo que les extrae un cuarto de
litro, a veces un poco más, cuando se trata de niños mofletudos, que le
proporcionan un plasma dulzón, que sabe a cabritas y chocolate. Antes de que
llegue la Pascua está obeso y diabético. Entra en coma la Nochebuena.
18 agosto, 2012
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