18 agosto, 2012

Imposturas


Drácula se ha disfrazado de Santa Claus para atraer a los niños en vísperas de Navidad. Se empleó en un centro comercial: allí pasa sentado en su trono rojo, donde no se perciben las salpicaduras escarlatas. Sienta a los pequeños y pequeñas en sus rodillas y los mece hasta adormecerlos. Entonces les introduce su lengua de serpiente por las orejas para libarles el fluido de la vida. No puede morderles la garganta, pues lo descubrirían. Pero así parece que estuviera susurrándoles al oído historias maravillosas. Se preocupa de no ensañarse, de modo que les extrae un cuarto de litro, a veces un poco más, cuando se trata de niños mofletudos, que le proporcionan un plasma dulzón, que sabe a cabritas y chocolate. Antes de que llegue la Pascua está obeso y diabético. Entra en coma la Nochebuena.

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