04 agosto, 2012

Falso faquir


Se atravesó tres asadores en los labios y otros tantos en cada oreja. Ante mi incredulidad, se perforó la nariz con unos palillos para tejer. Salía un poco de sangre por los extremos, pero nada como para preocuparse. Me reí a mandíbula batiente y grité a los vientos que se trataba de una superchería. Para contradecirme, enterró una daga en el pómulo derecho y sacó la punta por el izquierdo; eso fue más impresionante. Así logró sacarme de mis casillas. Tomé el cuchillo carnicero y le rebané la mitad del cuello de un solo golpe. La sangré saltó como surtidor y el faquir cayó muerto, presa de fuertes convulsiones terminales. “Como ven, era una farsa”, le expliqué al público. Ahí quedó el infeliz, todo agujereado. Me fui satisfecho por haber descubierto la impostura. 

1 comentario:

Cortacuentos dijo...

Eso es desmenuzar bien los entresijos de un truco. Me gusta el relato, podría pertenecer a la colección de "Crimenes Ejemplares", de Max Aub.

Enhorabuena.

 
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