Cansado de tanta algarabía
consumista, al fin el conejo se rebeló. Fueron más de dos milenios de
servilismo. Estaba hasta los huevos. Bañó bombas de racimo y granadas en
chocolate y las envolvió en papel plateado de colores. Durante su noche partió
a repartirlas en bancos, centros comerciales, universidades privadas, iglesias,
fundaciones benéficas, medios de comunicación. A la mañana siguiente la ciudad
recibió la fecha sagrada con gigantescas explosiones. El conejo habló por
cadena nacional para anunciar un tiempo nuevo. De entrada, dejó claro que tenía
los huevos bien puestos.
29 marzo, 2013
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