En cambio
yo extravié mi alma en un centro comercial, tras una ardua jornada de
adquisiciones. Recién me vine a dar cuenta de regreso en la casa, cuando
terminé de descargar la maleta del auto repleta de paquetes. De pronto me sentí
vacío, como si careciera de interioridad y toda mi existencia se basara en
meras superficies: posesiones, posiciones, relaciones, riquezas. Nada de eso
puedes llevártelo donde sea que vayamos a la hora de la muerte. En ese momento
solo importa que tengas tu alma contigo, aunque después solo viniesen la
oscuridad, el silencio y la inmovilidad. Ahora pienso que voy a estar sin mi
alma a esa hora. Trataré de encontrarla, ¿pero dónde? No creo que ande de
compras, a ella no le interesaba esa clase de asuntos. También he perdido la
esperanza, ya ve usted. Si haya un alma perdida, acójala por favor, aliméntela
con sabiduría y amor. Podría ser la que yo he perdido.
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