23 junio, 2014

La hora del recogimiento

            Como era Hora de Recogimiento nadie caminaba por la enorme  avenida. Era, quizás, hora de almuerzo y el sol hacía hervir los  tejidos y el renegrido pavimento. Muy de tarde en tarde una  mirada atravesaba los vidrios y caía indiferente sobre la  desolación exterior.
            Y a lo lejos, una minúscula partícula que se va transformando en  un hombre, un hombre que camina por las calles, que se acerca...  El sol lo hace transpirar en abundancia, casi derrite su cuerpo,  es vapor lo que se fuga por sus poros. Posiblemente la Hora no  tenga más sentido que evitar este calor terrible, Pero sólo  tal vez.
            Llegaré a la avenida y después daré la vuelta ‑ murmuró el hombre  para su propio oído, medio trastornado por la torridez. Todo es  más infierno, más brillante, punzante en los ojos. En el confín  de la visión la avenida se vuelve atractiva e inalcanzable.  Imposible apresurarse. El calor ataca en raudales para quemar el  aire. La Hora está en su apogeo.
            El hombre llega a la avenida, se dispone a atravesarla. Pisa el  asfalto. Con lentitud empieza a cruzar, con la mirada fulgente,  lleno de expectación. Una extraña música invade la atmósfera en  el preciso momento en que se siente aprisionado. Kiss, Bee‑Gees,  Frampton, Clapton, northamerican music, it's all the same. Un pie  se hunde en el alquitrán. Nights of Broadway. El otro también. No  puede salir. Grita, grita, grita, maldice, tironea. Nada; está  atrapado. La música ensordece para que no se escuche la voz, el  sol adormece y destruye. Alguien grita, alguien hace esfuerzos  para liberarse.
            El sol ha caído para convertirse en crepúsculo y el hombre de  alquitrán espera algo, de rodillas. La Hora ha terminado.
            Acude el camión municipal; de él saltan algunas siluetas que  cortan el asfalto endurecido alrededor de los pies del hombre y  acaban por extirparlo del pavimento; después lo llevan a la parte  trasera del vehículo. Lo dejan solo. Cierran la puerta y luego,  por una rendija, dejan caer una radio hacia el interior. El  hombre abre la boca, pero unas palabras en inglés le aprisionan  la garganta. Abre los ojos, pero una fiesta de colores y  movimientos ataca su cerebro.
            Quiere morir, quiere estar muerto, pero oye, aún escucha, the  music, the succesful, the extraordinary music proceeding from the  great country of North.

            El camión se pone en marcha y acelera por la avenida.

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