La lluvia atraviesa
mi abrigo para impregnarme el cuerpo con su mensaje helado y sinuoso. Cae sobre
mí, inmisericorde, inexorable, rítmica. Se introduce por mis ojos para cegarme.
Penetra por mi nariz para impedir la respiración. Golpetea sobre mi cráneo como
si quisiera trepanarlo y convertirlo en un recipiente donde poder acumularse.
Anula mi pensamiento, lo reduce a jirones, lo disuelve y lo transforma en un
intento ridículo e inútil. Al fin me
transforma en un montículo de ropa mojada, vacío de conciencia, inmóvil,
inerte.
07 diciembre, 2014
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