La bruja dulce se
enamoró del licántropo. No supo si la sedujo su sonrisa bondadosa y cargada de
colmillos, su mirada lobuna inundada de deseo o sus palabras lentas y cuidadas.
La cuestión es que le dio por leer poesía. Leyó a Miguel Hernández y sintió los
vuelcos de su corazón de terciopelo ajado. Leyó a García Lorca y se convirtió
en potra de nácar y en mozuela. Rogó al licántropo para que la llevara al río. Él,
gentil, accedió. Bajo la luna hicieron el amor y fueron felices. Después,
cuando el alba fue anunciada por un gallo, él se fue para siempre, cantando. La
bruja reconoció los versos y cantó con bellísima voz. Amo el amor de los marineros que besan y se van. Dejan una promesa, no
vuelven nunca más.
Del volumen de microrrelatos LAS NUEVAS HADAS, Simplemente Editores 2011
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