El trauko[1],
viejo y cansado, aún conservaba aires y pretensiones de galán. Presintiendo que
muy pronto abandonaría su lluvioso mundo de islas, partió en lancha en busca de
una aventurilla postrera. Su horrible apariencia jamás había sido obstáculo
para las frecuentes conquistas de las que se vanagloriaba: muchachas vírgenes e
inocentes, esposas fieles, fanáticas beatas, todas se doblegaban ante su
encanto de macho.
No halló a
ninguna mujer que cumpliera con las características de su predilección –tal vez
se habían extinguido- y tuvo que indagar entre las categorías desdeñadas:
adúlteras, ninfómanas, rameras. Ellas se fijaron en su pavoroso aspecto antes
que en sus dichos afables. Tras breve disputa, pretendieron cobrarle por sus
servicios.
Regresó derrotado
a su solitaria ínsula a esperar en soledad a la muerte, avivado por la
esperanza de convertirla en su última amante.
Del volumen de microrrelatos LAS NUEVAS HADAS, Simplemente Editores 2011
[1] Trauco, ser mitológico de Chiloé, isla del Sur de Chile. Es un
hombre pequeño, viril, feo, con piernas de muñones, pero encantador, pues seduce a las mujeres
con sus artes mágicas.
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