Entras a una casa desconocida.
Avanzas por el pasillo y llegas a la sala de estar. Impera el silencio, de modo
que lo único que escuchas son tus pasos, tu respiración y, cuando te quedas
estático, el latido de tu corazón. Hay alguien leyendo sentado en un sillón, de
espaldas a ti. Te acercas por detrás sin ruido y descubres que él lee esta
historia, y que hay otras copias sobre la mesa de centro. En la portada está tu
fotografía. Tomas asiento en el sofá. La persona que lee levanta el libro y te
da una rápida ojeada; agrega una venia y sigue leyendo. Es una perfecta réplica
tuya. Inicias la lectura. Llega un tercero, ahora desde tus espaldas. Sabes que
está mirando porque lo estás leyendo en la historia. Luego se sienta en el otro
sillón. Es como si te vieras en el espejo. Después de un rato, la sala de estar
parece una biblioteca pública, repleta de personas idénticas leyendo el mismo
libro. Pero no puedes salir de allí. Y tampoco es un sueño.
15 febrero, 2015
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