Lo
único concreto es que no se ha entregado formalmente un documento que refleje
el resultado de este debate. Y mientras esperamos que eclosione el proceso,
aprovecho de recordar algunas ideas (mayor parte de las cuales propusimos en
las diversas sesiones y comisiones) y proponer alguna nacida en estas semanas.
·
Una política para el libro y la lectura debe
tener focos claros: no demasiados, para evitar la dispersión que disminuye la
efectividad. De otra parte, debe contar con métodos de seguimiento de su
aplicación, para que no se convierta en letras muerta.
·
Dar continuidad y estructura a las acciones
efectuadas para promover el libro y la lectura, más allá de los límites
establecidos por la práctica de los sistemas de concursos de proyectos. No es
sostenible seguir adelante nada más que sobre la base errática y dispersa de
las iniciativas aprobadas en los concursos de proyectos. Por eso se necesita
una Política que vaya más allá de los fondos concursables y establezca presupuestos
que actúen bajo una lógica de gestión directa.
·
Evaluar el impacto y los resultados de los
proyectos ejecutados –más que para notas o ejercer alguna acción punitiva, si
es que cupiera- para detectar las experiencias exitosas, proponer mejoras y
replicarlas a mayor escala, idealmente sin necesidad de que sus promotores
ganen futuros y nuevos concursos; incluso que las replique el propio Consejo.
·
Revisar el sistema de evaluación de los
concursos, que tiene excesivas imperfecciones, partiendo por la excesiva
rigurosidad de las inhabilidades. Concursos distintos no debieran generar
inhabilidades. De otra parte, los evaluadores debieran abandonar el anonimato:
deben hacerse responsables de sus evaluaciones, y hacerse cargo de evaluaciones
que con excesiva frecuencia –y por desgracia-
demuestran labilidad, desconocimiento, parcialidad e impericia.
·
La lectura debe ser fomentada como una práctica
concreta: ojalá forme parte del currículo de los estudiantes en todos los
niveles, y que los escritores vayan a las instituciones educacionales a
contagiar su entusiasmo.
·
Aplicar mecanismos efectivos para la
internacionalización de escritores, que den estructura y continuidad a los
esfuerzos para elevar su eficacia.
·
Aumentar la cantidad de bibliotecas y librerías
en todo el país, para que el libro esté más cerca. Proveer de libros a los
profesores y a los estudiantes.
·
Bajar el precio del libro a través de la disminución
del impuesto y la aplicación de subsidios.
Quisiéramos
que estas ideas contribuyan al gran objetivo de crear la nueva y esperada Política
Nacional del Libro y la Lectura que permita que Chile de un gran salto hacia el
país desarrollado y culto que anhelamos construir. Más libros, más libres, eso creemos
firmemente.
Diego
Muñoz Valenzuela
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