El ácaro
mutante entró por su oído mientras D dormía, perforó el tímpano para abrirse
paso al cerebro. D aulló de dolor y saltó de la cama, desesperado. La molestia
pasó pero dejó su huella. D se acostó, inquieto. El ácaro inició su avance; con
sus quijadas filosas cortaba e iba devorando la materia gris. D había caído a
un pozo de sueños negros y profundos, sin escapatoria. Sus recuerdos se iban
borrando a medida que el ácaro realizaba su labor devastadora. Cuando al día
siguiente D abrió los ojos, el trabajo estaba hecho y el objetivo cumplido. Se
iniciaba una nueva era.
11 agosto, 2015
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