La
Mujer Maravilla estaba vieja, canosa y medio esquelética; le colgaba piel de
los antebrazos, enormes patas de gallo decoraban su rostro anguloso y colmado
de ojeras, manchas cafés y granos. Batman estaba obeso, la guata flácida
colgaba sobre sus piernas raquíticas esforzadas al máximo para sostener a el
pesado tronco; los ojos tras el antifaz se apreciaban enrojecidos y muertos.
Supermán estaba enjuto, roñoso, encorvado; los ojos hundidos en la calavera que
tenía por cabeza se complementaban bien con las escasas greñas que habitaban el
cuero cabelludo; el traje le quedaba grande, suelto, grotesco. Flash se movilizaba en una silla de ruedas
gracias al empeño de una enfermera rubia y rolliza. No me atreví a pedirles
autógrafo, di media vuelta unos metros antes. El cansancio y la nostalgia
brillaban en sus ojos apagados.
26 agosto, 2015
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