Se cortó el pelo y su correo
electrónico se borró. Recordó la historia de Sansón, pero la desechó como
explicación.
Se hirió el talón con un clavo
oxidado, soltó el computador y se hizo
añicos; perdió toda la información. Recordó la historia de Aquiles y -tras un
rato consagrado a las reflexiones- la desechó como explicación.
Por caminar en la calle hablando
por teléfono, tropezó y cayó sobre un madero aguzado que se clavó en un ojo, y
recordó la historia de Polifemo. La desechó, con dudas.
Como pudo, se incorporó, restañó
la sangre del ojo vaciado con un pañuelo y caminó vacilante, pensando cómo
conseguir un GPS. Cuando vio ante sí la enorme cruz, emprendió la retirada en desesperada
carrera.
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