08 agosto, 2015

Vengador sucesivo

Lo atravesó con una certera estocada y murió ipso facto. El desdichado contendor se derrumbó y el espadachín lo abrió en cruz. Por el tajo salió un hombre más pequeño que el anterior. De inmediato se tornó belicoso y atacó al asesino de su predecesor. El diestro esgrimista se apresuró a darle muerte y cuando -de acuerdo a su inveterada costumbre- lo destripó, de su interior emergió un enano furioso. Aunque menudo, el chico era de cuidado; con un salto se precipitó al cuello del criminal, que aprovechó el momento para demediarlo con un solo alfanjazo. Una vez más, de los restos mortales surgió un vengador tan furioso como minúsculo. 

Y así sucesivamente, hasta que el adversario alcanzó el tamaño de un ínfimo mosquito. El espadachín no pudo asestarle ni un solo golpe, y el ente microscópico se introdujo por el oído hasta el cerebro y le ordenó cortarse en dos a sí mismo. Obedeció. No tenía a nadie más en su interior.

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