Es una mujer muy guapa, siempre enfundada en
fina ropa de cuero negrísimo. Por las tardes la encuentro caminando por el
puente con la correa de su aspiradora roja bien sujeta en la mano izquierda. Yo
siempre voy en sentido opuesto, reteniendo con la diestra los tirantes de mi
impulsiva cortadora de césped, que quizás por qué razón añora despedazar a su
rival carmesí. La bella me clava sus ojos oscuros como si lamentara la reyerta
que nos mantiene separados. Mi madre dice que las mascotas son una maldición.
Comienzo a encontrarle razón.
11 mayo, 2015
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