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El tenue límite entre la realidad y la ficción
Por esas casualidades
inexplicables, desperté a medianoche justo en el momento en que el personaje
–una muchacha bella, sencilla y osada- saltaba de una de las páginas del libro
abierto sobre la mesa y golpeaba con denuedo la maciza puerta que se le ofrecía
en la página opuesta. Contuve la respiración para no espantar aquel instante
mágico. Tras una espera que me pareció larga, la pesada puerta chirrió sobre
sus goznes oxidados y la muchacha ingresó a través de ella. No pude ver nada
más, la entrada quedó cerrada y yo, extático, esperando. Aún estoy aquí,
aterido, inquieto, temeroso de que la noche acabe y ella no regrese.
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1 comentario:
Casi siempre el dolor encuentra la criba y la realidad ya no tiene quien la quiera.
Un saludo
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