14 marzo, 2015

14 de febrero

El día de los enamorados es una fecha óptima para el ataque de súcubos e íncubos. Los miserables demonios se aprovechan de las expectativas de los ingenuos/as. Rondan los bares de solitarios, al acecho de víctimas. A mí me gusta cazarlos. Los reconozco a primera vista. Es un don. Mucho me costó desarrollar ese talento. Al comienzo me hicieron turumba (los súcubos, soy varón). Aunque da lo mismo: los demonios carecen de sexo; ora actúan como súcubos, ora como íncubos, según la ocasión. Los demonios son inmortales, no necesitan reproducirse. Lo que aman es fomentar el pecado. En el fondo son unos puritanos perversos. ¿Es posible separar estas dos condiciones?

Siempre salgo de caza este día, aunque no exclusivamente. Pero el 14-2 no falla. Me dejo llevar por el instinto. El súcubo me escoge. Me cambio a su mesa. Bebemos, hablamos, la invito a mi casa, no se hace de rogar. Allá le doy de beber ajenjo (absenta la llaman ahora); eso los inmoviliza. Despiertan encadenados en una jaula de vidrio en mi subterráneo. Ya tengo treinta y nueve. Una auténtica colección. Rabian, echan espumarajos de azufre, experimentan horrendas metamorfosis, amenazan, maldicen. Nada consiguen. Ahora son míos.

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