Miraba
al espejo y veía un león. Con ridícula gallardía se sumergía en un océano de
autocomplacencia. Sin embargo, vislumbraba la enorme distancia entre la
realidad y su impostura. Fue feliz hasta que un pajarillo demente, convencido
de que su reflejo correspondía al de un pterodáctilo, desafió su poder y lo
doblegó. Desde entonces, el felino
marcha por la selva sin rumbo, con la melena húmeda de lágrimas, escapando de
ínfimos seres enloquecidos y evitando los charcos donde aparezca su imagen de
gato indefenso.
27 marzo, 2015
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