21 marzo, 2015

Necrofilia 2

Ocioso, desesperado por mi carencia de trabajo, vago por la urbe. Entro en una capilla donde hay mucha actividad. La veo dentro del ataúd,  infinitamente tranquila, sumisa ante la muerte, con una sonrisa de satisfacción dibujada en los labios pálidos y comprendo que me he enamorado. Es la mujer perfecta: jamás me reprochará. Carente de caprichos, se someterá a mis designios sin objeciones perversas. Me acerco a los deudos con tranco lento, calculado. Primero abrazo a la madre, que llora sobre mi hombro sin consuelo; luego a su devastado progenitor, a sus hermanos y hermanas que no hallan alivio. Me siento en las bancas que rodean el catafalco y simulo rezar con los ojos entrecerrados. Sigo el ritmo de las ancianas que recitan letanías milenarias en un circuito interminable.
La hora pasa y los dolientes menguan con creciente velocidad. Cada cierto rato me incorporo para observarla. Su belleza serena me conmueve y me excita. En la ventana alcanza a vislumbrarse el nacimiento de sus pechos soberbios. Las fotografías que descansan entre las guirnaldas atestiguan su hermosura arrobadora. El amor y el deseo, bestias incontenibles, crecen en mi interior. Por fin se retiran los padres, arrastrando los pies. Se despiden advirtiendo que la capilla cerrará pronto.  Me desean conformidad. Les digo que permaneceré orando esos minutos. Quedo solo. Me oculto bajo el ataúd, atrincherado entre coronas. Viene un ominoso silencio que el sacristán interrumpe: entra al recinto y cierra la puerta con candado. Siento su respiración acezante, la brutalidad con que levanta la tapa de la urna. Desnudo se encarama sobre el cajón gimiendo palabras de amor. Le arranca las vestiduras a tirones y lanza terribles imprecaciones. Entonces salgo de mi escondite, tomo  un candelabro y le propino un golpe mortal. Lo aparto con repugnancia y tomo su lugar. A ella le hablo en susurros, voy besando toda su magnífica desnudez, seduciéndola con ternura infinita. Una noche completa hay por delante. Después vendrán el duelo, la nostalgia, la devoción eterna.


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