La doctora se
acercó libidinosa al mesón de disecciones del Instituto Anatómico Forense.
Voluptuosamente se desprendió de su delantal y quedó desnuda, hermosa y
palpitante frente al occiso que descansaba sobre la mesa, cubierto con una
sábana amarillenta. Verificó la etiqueta que colgaba de una de las manos
exánimes y asintió satisfecha. Arrancó la manta y descubrió el cuerpo también
desnudo del cadáver, provisto de un enorme sexo erecto. Le untó vaselina y saltó encima con salvajismo. El
formol la excitaba cada vez más. Gemía como un animal embravecido. Junto con el
feroz orgasmo, él regresó a la vida y clavó sus colmillos en la yugular de la
legista. Y murieron y vivieron felices para siempre.
Del volumen de micrrorrelatos LAS NUEVAS HADAS, Simplemente Editores, 2011
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