Estaba borracho como cuba en el bar de mala
muerte, tal como me habían dicho. Lo sacudí y abrió sus ojos verdes de saurio
mortal. En menos de un segundo tenía su garra en mi cuelo, a punto de
seccionarme la yugular.
-Vengo por negocios -expliqué.
Fueron las palabras mágicas.
-¿Cúanto y cuándo? –fue la pregunta de
Sauriomán, a sabiendas de que cualquier misión sería cumplible.
-Cien mil –repuse-, aquí está la foto del
fulano. No más tarde que mañana debe ser. En dos días proclamará su
candidatura. No debe llegar ese momento.
Sauriomán enseñó su temible y formidable
dentadura.
-Dalo por hecho, necesito mi adelanto. Se gasta
en alcohol y rameras, ¿entiendes?
Le pedí un autógrafo después de pagarle. Adoro
los superhéroes.
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