31 diciembre, 2017
EL TIEMPO DEL OGRO
EL TIEMPO DEL OGRO
Diego Muñoz
Valenzuela
Nº de Páginas: 178Formato:
13 x 23 cms
El tiempo del Ogro
“El tiempo del Ogro” es una colección de cuentos que integra diversas
experiencias en los años de la dictadura militar: la persecución y la tortura,
el trabajo clandestino de la resistencia, la cruenta acción de los servicios de
inteligencia, la lucha para recuperar la democracia perdida y añorada. También
aborda las consecuencias de las profundas transformaciones realizadas en
dictadura, las mismas que continúan atenazando el presente y el futuro de
nuestro país.
Historias donde confluyen amor, humor, sexo, miedo, música, imaginación,
monstruos reales y héroes anónimos pueblan estas páginas que constituyen un
retrato de una época que marcó a fuego a Chile. Fantasía y memoria, ficción y
realidad se entremezclan para construir una imagen, tal vez un espejo, donde el
lector podrá imaginarse a sí mismo inserto en la trama que derivó del quiebre
institucional de 1973.
Una lectura imprescindible
para quien desee conocer o ahondar en la experiencia de una dictadura militar
que dejó cicatrices y horrores imborrables que marcaron nuestra historia. Diego
Muñoz Valenzuela es un escritor emblemático de los ’80, cuya maduración
literaria se fragua con la dictadura: retrata un mundo de sombras, de personas
aisladas y a la vez perseguidas por fantasmales aparatos represivos.
18 noviembre, 2017
EL TIEMPO DEL OGRO
Ayer en la tarde presentamos el volumen de cuentos sobre la experiencia
y consecuencias de la dictadura que lleva el título de este cuento, publicado
por Simplemente Editores. Estuve en compañía de mis queridos amigos Cristian
Montes Capó, profesor de la Universidad de Chile, y Rene Pozo Cárdenas,
sobreviviente de Villa Grimaldi.
Les comparto este cuento. El libro ya está en la librería del GAM y
llegando a las cadenas y librerías más importantes. Si no lo encuentran, me escriben
por aquí o por Facebook.
El tiempo del ogro
A todos
aquellos que nos extraviamos en la neblina densa y terrible
del
tiempo del ogro, en especial a Remigio y Héctor que permanecerán
en este
texto un tiempo más y ojalá –no pierdo la esperanza- para siempre
Se encontraron a unos escasos metros del fragor de la
avenida Irarrázaval a fines de aquel año tan intenso en tristezas y terrores.
De ese modo, constituía una inmensa alegría cruzarse con alguien conocido allí,
constatar que la vida seguía irradiándolo con su milagro. Remigio le dejó caer
sus ojos achinados y pícaros, destilando la felicidad de verlo y Héctor le
devolvió la mirada desesperanzada de un muerto en vida. Aquello puso en alerta
a Remigio: algo no andaba bien. Venían
caminando en sentido opuesto y por mero instinto aminoraron el paso
imperceptiblemente, como si quisieran despistar a un observador invisible.
A partir de ese momento, todo transcurrió en cámara lenta y
comenzó a grabarse de manera indeleble en la memoria de Remigio. Imágenes que
iban a acompañarlo durante su vida, a insertarse en sus sueños, regresar
súbitamente a su rutina en los momentos felices, como para resquebrajarlos.
Héctor dio un paso y le ofreció sus grandes y cansados ojos
de borrego triste. Estaba exhausto de sufrir: eso le dijeron aquellos ojos a
Remigio y no fue necesario que describiera los espantos a los que había sido
sometido. Aquella mirada tenía la elocuencia de un relato extenso y vigoroso.
Héctor denegó con el rostro varias veces mientras elaboraba un nuevo paso,
levantando una pierna que pesaba media tonelada.
Le cuesta caminar, pensó Remigio, como si transportara el
mundo completo sobre sus espaldas. Tan afligido, tan exhausto, tan vencido, eso
concluyó Remigio. Sin embargo, aún se da maña para advertirme. Para salvar mi
vida. Aquello meditó Remigio mientras daba su propio paso hacia Héctor, uno que
acortaba aquella enorme distancia entre ambos, aunque quedaban apenas unos
metros para que se cruzaran por última vez.
Héctor movía los labios y emitía mensajes inaudibles que
Remigio tuvo que descifrar o imaginar, combinando ambas habilidades. Aquellos
movimientos le revelaron el horror oculto detrás de los parabrisas
reflectantes, las ventanas cerradas a machote, los sótanos inaccesibles donde
reinaba la noche eterna.
Ambos dieron sendos pasos para acercarse, aunque la
distancia entre ellos se tornara imposible de transitar. Remigio recordó que
Héctor había cumplido dieciocho años unos días atrás; se llevaban apenas unos
meses. No era una edad para vivir esta clase de cosas –esa idea le vino a la
mente- pero ¿qué más podían hacer? Ellos no habían escogido el camino a seguir.
Y cada vez que la vida les ofreció una disyuntiva nueva en aquellos tres
acelerados años, escogieron en conciencia.
Sólo les quedaba seguir caminando. Eso lo sabían ambos. Lo
tenían perfectamente claro. No había alternativa. Y aspiraron el aire de
aquella mañana fresca para inflar sus pulmones con oxígeno y seguir viviendo la
clase de vida que les correspondió. De modo que avanzaron; ahora estaban apenas
a un par de metros. Podían verse muy bien.
Héctor no se había afeitado en varios días y las ojeras
delataban sus padecimientos. No obstante, le sonrió. Era una sonrisa amarga y
tierna, cargada de amor, pero sobre todo de coraje. A Remigio el corazón le
saltó dentro del pecho: una emoción sorda, ciega y violenta comenzó a nacer en
su interior. No podía ser que las cosas fueran así. Era inaceptable: era
preciso hacer algo.
Sin borrar aquella sonrisa de su rostro, Héctor volvió a
denegar mientras daba otro paso, uno que los dejó a escasos centímetros. A
Remigio le pareció que podía sentir la respiración acezante de su amigo;
entonces vinieron las palabras susurradas.
“Me siguen, me tienen, me usan como cebo. Salen a pasearme,
pero van de cacería. Vete del país en cuanto puedas. Mañana mismo”. Eso escuchó
Remigio, alelado, con la piel de gallina, mientras daba el paso final, aquel
que terminaba ese encuentro fortuito.
No osó darse vuelta para observar a su amigo alejarse
camino de la muerte. No fue capaz, porque una suma de miedos se apoderó de él:
que Héctor fuera a correr y lo mataran en ese mismo instante, que de la
camioneta de vidrios oscuros que avanzaba a vuelta de rueda se bajaran los
agentes para apresarlo, que a él le diera por ponerse a gritar que alguien los
salvara, a gritar sus nombres para que se supiera qué había pasado. Pero nada
podía cambiar la condena que pesaba sobre Héctor. Y lloró mientras caminaba
alejándose de su amigo. Sus lágrimas caían en gruesos chorros mientras se aproximaba
a la avenida, los ojos se le iban poniendo muy rojos y el sollozo le
convulsionaba el tórax. Por suerte los hombres del furgón de inteligencia no
percibieron su estado, ocupados como estaban de no perder de vista a Héctor.
Remigio caminó y caminó y caminó, hasta que salió del país,
huyendo de aquella muerte implacable, hasta que llegó a París y luego a Marsella,
donde se estableció y formó una familia. De allí vino de regreso a Chile un día
caluroso de febrero, cuando nos contó esta historia terrible una larga noche,
mientras esperábamos el auto que iba a llevarlo al aeropuerto de vuelta a Marsella.
Dijo que no reconocía al país que abandonó hacía tantos
años atrás. Le respondimos que nosotros tampoco, aunque viviéramos aquí,
mientras bebíamos un vino rojo y espeso. Fue como si el tiempo no hubiese
transcurrido jamás y fuéramos los mismos adolescentes plenos de sueños y largas
cabelleras desplegadas al viento.
Un día alguien contó que, tras vivir un tiempo solo en
París, Remigio se había suicidado, sin dejar explicaciones. Nos quedamos
helados. O más bien congelados por el dolor, súbito, intenso, desesperado. Sin
embargo, seguimos caminando. Dando pasos, adonde sea. No sé si huyendo o
avanzando. Quisiera creer que alejándome del sufrimiento o de la fatalidad o de
la muerte. También quisiera creer que acercándome a ellos: a Héctor y Remigio.
Pero no lo sé. Sólo seguimos, sigo, caminando.
04 noviembre, 2017
Seductor

25 octubre, 2017
Minificción al Zócalo
Entre el 7 y el 9 de octubre de 2017 se realizó el II Encuentro
Iberoamericano de Minificción en la Ciudad de México, en el marco de la XVII Feria
Internacional del Libro en el Zócalo, y en la recientemente inaugurada Galería
del Centro Cultural El Rule. El Encuentro fue organizado por el Seminario de
Cultura Mexicana y la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, con la dirección
de Marco Antonio Campos y Javier Perucho. Asistieron escritores, editores y estudiosos
de diversos países: México, España, Puerto Rico, Colombia, Ecuador, Perú,
Argentina y Chile, país que me correspondió representar, tal como hizo Lilian
Elphick el año pasado.
Al inicio del evento fue entregado -con mucha justicia habría que resaltar-
el II Premio Iberoamericano de Minificción Juan José Arreola 2017, otorgado
a la trayectoria de un microrrelatista, organizado por la Secretaría de Cultura
de la Ciudad de México y el Seminario de Cultura Mexicana, y que este año fue
para el escritor argentino Raúl Brasca.
El jurado, conformado por Violeta Rojo (investigadora venezolana de
amplia trayectoria), Caroline Lepage (investigadora francesa) y Ana María Shua
(escritora argentina, ganadora de la primera versión del mismo premio), decidió
entregar por unanimidad el reconocimiento a Raúl Brasca, por la alta calidad y
el incuestionable valor literario de su obra. Como parte del homenaje se lanzó una antología personal del autor
titulada Minificciones, coeditada
por las instituciones organizadoras y Editorial Ficticia (que cuenta con una
amplia trayectoria en el género brevísimo).
Como siempre ocurre en los encuentros de microrrelato, rápidamente se
constituyen en el escenario de un amistoso reencuentro de una cofradía que goza
de buena salud, creatividad, humor y compañerismo. Reencontrarse en algún país
de habla hispana es una fiesta, sea en México, Argentina, Colombia, Perú, Chile
o donde nos lleve el ímpetu por compartir con fraternidad. La familia de la Minificción va creciendo de año en año, y ganando
reconocimiento para el género narrativo breve.
El Cono Sur,
representado por Argentina, Perú y Chile, va conformando un polo interesante
desde el punto de vista de la creación (un numeroso contingente de autores que
cultivan el género de manera importante), la edición (hay editoriales dedicadas
exclusivamente o con presencia significativa al género) , el estudio (las
universidades se van sumando a la investigación de la Minificción) y la
organización de encuentros por parte de actores diversos.
De Argentina
estuvieron: Raúl Brasca, Premio Juan José Arreola 2017, un autor prolífico y de
alta calidad, generoso difusor del género a través de numerosas antologías,
animador de encuentros literarios, incansable estudioso; Ildiko Nassr, la
irreverente y talentosa jujeña que muestra enormes habilidades cuando se trata
de trabajar o jugar con la palabra; Juan
Romagnoli, un escritor que demuestra continuamente la profundidad que puede
lograr la concisión del microrrelato; Martín Gardella, gran cultor del humor
negro en pocas palabras y difusor incansable de la Minificción en la web y la
radio.
De Perú, dos
indispensables y permanentes animadores de la minificción: Alberto Benza, que a
sus dotes de escritor del género brevísimo agrega sus formidables energías de
editor (Micrópolis invade beneficiosamente el continente con sus ediciones
cuidadas); Rony Vásquez, que combina su ejercicio creativo de autor con las
labores editoriales de la revista Plesiosaurio y Micrópolis; a ellos se sumó César
Klauer, que exhibe sarcasmo y crítica social en sus breves textos cargados de
humor negro.
Caminando hacia el
Norte nos encontramos con Solange Rodríguez Pappe de Ecuador, que ejerce sus
estupendos oficios en el territorio de la fantasía brevísima explorando lo
extraño, y Esteban Dublín de Colombia
que, flanqueando el límite con la poesía, nos ofrece el placer del cierre
inesperado y la reflexión inevitable. De Puerto Rico estuvo Emilio del Carril,
un esgrimista de la ironía, la sorpresa y lo extraño.
Cruzando el
Atlántico, llegamos a Islas Canarias (España), representada por el
minificcionista y poeta Juan Carlos de Sancho, que añade otros oficios como el
de crítico, antólogo y director de revistas. De España también participó Ana
Calvo Revilla, profesora e investigadora de la Universidad CEU San Pablo de
Madrid.
México es cuna de
autores fundamentales del género como Juan José Arreola, Julio Torri, José de
la Colina, Salvador Elizondo, José Emilio Pacheco, Agustín Monsreal, una poderosa
vertiente potenciada por la residencia
de exiliados como Max Aub y Augusto
Monterroso, y los recientemente fallecidos maestros René Avilés Fabila y
Guillermo Samperio.
En el país
anfitrión hay un importante grupo de minificcionistas de oficio, suficientemente
probados en cuanto a eficacia en el género, un universo imposible de recorrer
en estas líneas. Entre ellos no podemos dejar de mencionar a Mónica Lavín y Dina Grijalva,
ambas muy audaces y efectivas en su estilo, temáticas y lenguaje; agudas y
mordaces. Marcial Fernández, que se ejercita en la extrema brevedad de manera
penetrante y con ironía inteligente, y se da tiempo para dirigir la editorial
Ficticia. José Luis Zárate, que a sus celebradas y premiadas dotes como
narrador del ámbito fantástico, agrega el
ejercicio de la minificción. Alberto Chimal, un escritor con múltiples facetas
en el mundo narrativo, irreverente, divertido, cultor de lo fantástico y la
brevedad.
Ana Clavel,
narradora en toda la línea, con una obra muy reconocida, explora la
microficción con una mirada desde lo femenino. Azucena Franco se mueve con
destreza en el complejo terreno de lo erótico y lo fantástico. Juan Carlos
Gallegos se perfila como un diestro administrador del absurdo fantástico en sus
historias. Alfonso Pedraza, a sus propias artes de creador, agrega las de
antólogo, tallerista y gran difusor del género. José Manuel Ortiz, dueño de una
prosa filosa, penetrante y cargada de sarcasmo, poeta y antólogo.
Podríamos seguir
con una extensa lista de microficcionistas que dan cuenta de la importancia del
género en México, donde existe una larga tradición: Ana García Bergua, Laura
Elisa Vizcaíno, Rogelio Guedea, Cecilia Eudave, Óscar Tagle, Gabriel Ramos, Fernando
Sánchez Cielo, David Baizabal y el abnegado organizador, estudioso y cultor del
género Javier Perucho; y conste que mencionamos sólo algunos autores que
pueblan una galaxia heterogénea.
El II Encuentro Iberoamericano de Minificción se realizó por segundo año
consecutivo y así va constituyendo una tradición admirable, de amplia
efectividad para la instalación del género narrativo brevísimo. Confirma así
México su contribución al género en el ámbito institucional (resultado de una
política cultural), que reconoce y acompaña a las actividades de las universidades
y las editoriales, y potencia el magnífico y sostenido despliegue de sus
creadores.
Más de medio centenar de escritores, investigadores, editores y público
general, sobre todo estudiantes, compartimos durante tres días El Rule para
compartir novedades, lecturas, debates del ámbito de la microficción.
Hay que señalar a los buenos oficios de Marco Antonio Campos y Javier
Perucho desde el Seminario de Cultura Mexicana, para asegurar todos aquellos
múltiples aspectos que conforman un encuentro literario grato, productivo y
fraterno.
Sólo echamos de menos el contexto de la Feria del Zócalo, postergada por
efectos del terremoto devastador, lo cual implica un doble reconocimiento a los
organizadores, que debieron enfrentar no sólo las complejidades propias de un
evento literario, sino que las dificultades derivadas de la emergencia. Una
razón más para valorar la iniciativa de México, un país generoso, abierto y
pleno de afecto, que confirma una vez más su promoción irrestricta e
incondicional de la cultura.
¿Qué encuentro o congreso será el escenario del reencuentro con los
colegas de la microficción, en qué país, cuándo? No lo sabemos, pero estamos
ciertos que ocurrirá y pronto. La narrativa breve encierra una pasión literaria
enorme, que traspasa las fronteras de nuestros países, forjando una fraternidad
inusual y estupenda, que se mantiene viva gracias a los lazos tan invisibles
como sólido de internet, un aliado poderoso. Un fuerte abrazo a todos sus
integrantes, sigamos cultivando esta amistad que nos honra.
Diego Muñoz Valenzuela; octubre
2017
27 agosto, 2017
Memorias del futuro 1
Estoy en mi paseo matinal por el parque. El gran danés sale a pasear
solo por el condominio. Da varias vueltas, orina por ahí, defeca por allá. Su
amo lo mira desde una ventana. El perro recoge las heces con una bolsa y las
tira a la basura. El amo lo aplaude. Nos cruzamos. Lo saludo. Me responde y
dibuja una sonrisa en el hocico. Jadea. Le pregunto por qué vive con el hombre.
“Está viejo y solo; no tiene a nadie”. Su voz tiene un remoto timbre de
ladrido. “Cuando muera, viviré solo”. Le deseo buen día. Me corresponde.
Regresa a su casa. Me pregunto a qué se dedicará todo el día.
19 abril, 2017
Acerca de la izquierda
Por estos días muchas personas
reflexionan acerca de la izquierda desde una posición purista -pretendiendo una
asepsia imposible y una neutralidad intelectual tan pretenciosa como
falsa- que a fin de cuentas me ha
resultado agria, insoportable, hasta repugnante y tuve que preguntarme por qué.
Hay muchas, demasiadas razones, que expulso, más que expongo, con rabia y con
dolor. En desorden, probablemente.
Recordar lo obvio: desde fines de
1970 y hasta 1973 la derecha criolla y el imperialismo norteamericano
colaboraron consciente y activamente para derrocar el gobierno de la Unidad
Popular. Triunfaron en eso, pero para asegurarse en los días y años sucesivos
exterminaron a sus mejores dirigentes, reprimieron a otros, anulándolos o
moderándolos, convirtieron a algunos en colaboradores eficientes, expulsaron
del país a miles. La represión durante dictadura fue algo horroroso:
sistemática, cruel, eficaz. Lo viví en carne propia, desde la resistencia
perseguida, vigilada, diezmada mil veces. Poco se habla de esto y de sus
terribles efectos, tangibles y concretos en la actualidad, pero casi invisibles
para la razón.
La izquierda fue arrasada,
exterminada, destruida en sus cimientos. Debilitada en sus principios, tentada
por el canto de sirenas del poder, mediatizada, moderada para reducirla a una
mera apariencia que ni siquiera recoge la tibieza de la vieja socialdemocracia.
Quedaron las denominaciones, las banderas y los símbolos de los partidos,
convertidos en escenografía vana, insignificante.
La izquierda no ha gobernado en
Chile desde 1990 en adelante, porque no existe. Hay unos impostores que
utilizan sus emblemas, o con suerte y benevolencia unos fantasmas extraviados y
trasnochados que pretenden representarla. Es triste reconocerlo: la izquierda
chilena fue exterminada, sólo existe su luminosa sombra en los recuerdos de
algunos que no hemos olvidado.
Y como no hay izquierda, su lugar
es un botín para disputa entre los nietos de los poderosos que pretenden
deshacer la construcción maligna de sus progenitores, de los intelectuales
puristas que quieren desmarcarse de todos los vicios posibles sin advertir su
propia soberbia y ambición (madre de todos los males que les siguen de manera
natural), sin comprender que el ejercicio de la política implica mancharse las
manos, las vestimentas, el rostro. Quienes detentan el poder se defienden no
sólo con uñas, muelas, garras, medios de comunicación, coimas, dinero, sino que
también con bombas y ametralladoras. Basta con leer las noticias
internacionales para comprobarlo.
Vivimos una era muy compleja, con
un dominio absoluto del poder económico, sin contrapesos. Una suerte de edad
media donde el interés individual prima sobre el colectivo, donde la cultura y
el pensamiento libres están relegados a un absoluto décimo plano.
Si esto se reconoce como un punto
de partida, es un buen primer paso, firme, lúcido. Luego habrá que dar el
segundo, que no es simple: ¿Qué puedo hacer yo al respecto? ¿Cuál es mi lugar
en esta lucha desigual, pero justa? ¿Cómo hago izquierda en estos días oscuros?
No es fácil responder, si las preguntas se abordan con honestidad, convicción y
consecuencia.
12 marzo, 2017
Nada a nadie
Mi nuevo auto es lujoso,
elegante, de marca distinguida, reluciente y está flamante, sin un mínimo rayón;
lo conseguí gracias un crédito de la automotora. Lo guardo orgulloso en el garaje
de mi gran casa en el barrio alto, por la cual pago una gravosa cuota en
concepto del crédito hipotecario que concedió el banco. Gracias al crédito que
me ofreció una casa comercial, vengo regresando de un viaje por tres semanas en
bellos resorts en Centroamérica. Mañana firmaré los pagarés del colegio de los
niños. Por suerte tengo tres tarjetas de crédito para asegurar la subsistencia.
En cuanto a amistad, amor, solidaridad, lealtad, nunca he creído en tales patrañas.
No le debo nada a nadie. He salido solo adelante; eso me enseña la vida.
09 marzo, 2017
Mujer con aves
La bella desnuda extiende un
brazo y la lechuza va a posarse en él con su plumaje albo como una estrella
lejana y fría. Se coloca un polizón –no para afirmar una pollera- sino para
cobijar los pájaros de colores que la confunden con su hogar-jaula, esclavizados
por su propia mente. Ah, la bella desnuda, con una rosa granate equilibrada
sobre el hombro, cien tordos tatuados sobre la piel nívea sosteniendo claveles,
conduciendo un enorme cisne con una brida de seda escarlata. Ella flotando
sobre la manada de lobos y la nieve cayendo en llamaradas sobre la pradera.
04 marzo, 2017
Venusino cenando
A mí los aliens no me vienen con
cuestiones: tengo un don especial para detectarlos. Ayer mismo, mientras
compartíamos con mi amigo Cristián y nuestras parejas, detecté a un comerciante venusino cenando
bajo el pretexto de la celebración del día del amor. Sus principales
características de aspecto, todas claves para el reconocimiento: cabeza de
congrio, triple hilera de aguzados dientes metálicos, lengua alargada como
longanicilla con terminal bífido, porte pequeño (por la monstruosa gravedad de
su planeta), arrugado cuello de iguana.
El desvergonzado alienígena
exigió, mediante comentarios guturales y señas, un trío de pulpos vivos que
devoró sin aspavientos. Tras la ingesta, ciertamente violenta, experimentó una
serie de estertores que culminaron en un estado de satisfacción de corte
epifánico. Eso fue todo, que no es poco. A Cristián le pareció que un proyecto
sobre monstruos en la literatura nacional era la mejor veta para sus futuras
investigaciones. Brindamos por eso. Cuando nos fuimos, el mínimo negociante
venusino estaba sentado, hierático, mirando el
infinito universo. No era necesario despedirse.
27 febrero, 2017
Testigo
Desde el balcón de su casa el
hombre solitario mira los barcos del puerto, cargados incansablemente por las
grúas, entrando y saliendo de los espigones, repletos de contenedores con rumbo
a países remotos, misteriosos, donde los esperan otros puertos, otras grúas,
para prolongar la misma rutina. Nunca el hombre ha visto a personas en esos barcos,
ni en el puerto, ni en las grúas, y tiene la impresión que se manejan solos, y
que en el mundo no queda nadie más que él, y que todo funciona porque sí, o
para que él lo vea, o quizás con qué propósito inextricable.
17 febrero, 2017
Teísmo 2
Dios es enorme, infinitamente
grande. Lo contiene todo, lo que vemos y no vemos, lo que sabemos que existe y
aquello que ignoramos. Es un todo superior a cualquier concepto de inclusión
que podamos imaginar.
Los herejes afirman: así resulta
trivial demostrar su presunta existencia ante una mente frágil. Sin embargo, agregan,
el argumento de la totalidad sólo viene a constituirse en el superlativo de la
ampliación de los límites.
11 febrero, 2017
Teísmo 1
Dios es minúsculo, muy inferior
en tamaño a la partícula subatómica más ínfima. Es decir, es un bosón de Higgs.
¿Cuál de ellos? Es como buscar una aguja en un pajar. Así de compleja es la
búsqueda de una divinidad.
28 enero, 2017
Verano terrible
Nunca se fue el verano, al revés, las oleadas
de calor continuaron o más bien arreciaron. Comenzaron los incendios de bosques
y su magnitud fue en aumento; se fueron propagando a las ciudades. El cielo se
tornó gris, rojizo en amaneceres y ocasos. La atmósfera se convirtió en una
nube tóxica. Vinieron las enfermedades respiratorias: viejos y niños fueron
víctimas de la plaga letal. Después, la muerte fue cundiendo entre los
sobrevivientes. La gente huyó a los bosques y perecieron por millones en los
incendios. Algo similar ocurrió en las urbes, amplificado por el caos creciente
y por el surgimiento de pandillas criminales impulsadas por el instinto de
supervivencia. Todo esto ocurrió en el espacio de unos pocos años. Así llegamos
al estado actual de cosas.
12 enero, 2017
Víctor, te fuiste volando

La conversación iba a durar
-según mi expectativa- pocos minutos. Tenía tomada la resolución de contestar negativamente
a la invitación, que ya había sido reiterada en oportunidades previas. Mi
postura era no ceder ante cualquier pérdida de libertad, a partir de una
experiencia anterior de mala resolución y de mis reflexiones de incipiente escritor
rebelde. Por cortesía estuve dispuesto a perder unos valiosos minutos de vida.
Ahí entró Víctor. Escuchó mis argumentos con sus ojos rasgados, así como
ensoñado; de hecho dudé que me estuviera oyendo. Pero escuchaba. Su respuesta
fue contundente: “nunca he sido más libre que ahora, unido a otros, combatiendo
contra la dictadura”. Después hablamos de poesía y otras yerbas, un par de
horas. Al final le dije que lo pensaría y respondería en un par de días. Respondí
que sí; esa es otra historia. Milité hasta el término de la dictadura y es uno
de mis mayores orgullos. Más allá no fue posible, por mi mañosa conducta
libertaria, mis dudas consustanciales, y el dogmatismo y la rigidez de otros,
que siempre ayuda, desgraciadamente, en esta clase de dilemas.
Unos meses después, con otros
queridos amigos (Jossie Escárate, Raquel Farías, Waldo Bustamante, Alfredo
Corrales, Marcelo Farah, Octavio Vásquez, Carlos Gho, Boris Hiche y muchos
otros) formamos el Taller Literario de Ingeniería, que invadió primero las
salas con sus sesiones semiclandestinas (estaba rigurosamente prohibida cualquier actividad
que no fuera oficial), después con sus lecturas públicas, actos literarios y la
revista Pirka (donde publiqué mis primeros microcuentos en 1978, cuando el
género ni siquiera tenía denominación), que alcanzó su cuarto número. La
literatura invadió por varios años la Escuela de Ingeniería, combatiendo mano a
mano con las integrales y las derivadas, y las fórmulas de mecánica, integrando
a profesores del desaparecido Departamento de Estudios Humanísticos (DEH) Enrique
Lihn, Felipe Alliende, Nicanor Parra; y escritores de todas las edades: Guillermo
Blanco, Juvencio Valle. Rodrigo Lira, entre muchos otros.
El Taller de Ingeniería -de rigurosa
orientación literaria y trabajo sistemático- no podía eximirse, de otra parte,
de los deberes libertarios. A poco andar, se sumó con compromiso y entusiasmo a
la ACU (Agrupación Cultural Universitaria) -recién nacida de la AFU (Agrupación
Folclórica Universitaria)- y asumió múltiples tareas que lo pusieron en la
primera línea de fuego de la lucha por la democracia. De la imaginación de Víctor
-miembro del Taller, pero también representante de los mandos ocultos de la resistencia)
surgió la idea de hacer un Foro donde se abordara el innombrable asunto de la
intervención universitaria. La idea prendió y nos pusimos en acción. La
actividad fue autorizada primero, y a poco andar prohibida, y reautorizada por intervención
del Director de un Departamento. Ya era imposible detenerla. El Foro contó con
la presencia del físico Igor Saavedra, el escritor y periodista Guillermo Blanco y el
físico Claudio Teitelboim (así se llamaba en esa época). Hablaron en ese orden
y el ambiente fue elevando la temperatura, que estalló con el tercer orador,
que habló sin tapujos sobre intervención y autonomía, libertad y represión,
usando un juego de contrarios brillante. De ahí para adelante, hablamos los
estudiantes; yo mismo hablé y no recuerdo para nada qué dije. Víctor me
picaneaba por detrás para que hablara, ahora puedo decirlo. Libertad de expresión,
democracia, participación, esa clase de palabras se escuchó con frecuencia esa mañana
en la gran sala F 10. Todo fue grabado, pero la cinta magnética se la llevó la CNI,
según me confesó Claudio Anguita, nuestro valiente Decano en ese entonces (estaba
muy asustado al día siguiente, recibió quizás qué presiones); quizás exista esa
transcripción. ¡Qué maravilla sería oírla!
Víctor López, el Indio López, se
desarrolló como alumno de secundaria en el Internado Nacional Barros Arana, gran
colegio republicano, de esos que fueron combatidos y casi exterminados, no sólo
en dictadura, sino que también en democracia bajo el empeño neoliberal. En esa
clase de colegios se formaba una estirpe de ciudadanos ejemplares, auténticos
demócratas, seres cultos y humanos. ¡Cuánta falta hacen más de esas canteras en
estos días! Allí fue alumno de un ser excepcional, el bibliotecario Oscar Godoy,
un lector sabio, erudito habrá que decir, ávido de lecturas y siempre atento a
recomendarte nuevos libros y autores. A Oscar Godoy le debo el contacto profundo
y amplio con la literatura norteamericana, una de las más ricas y valiosas del
siglo XX. Victor me habló de él muchas veces, por él lo conocí indirectamente,
hasta que la vida y sus azares me llevaron a encontrar a Oscar Godoy unos años
más adelante.
Víctor siempre estaba leyendo
algo nuevo, no siempre literatura, Poseía una curiosidad insaciable: todo el conocimiento
humano lo seducía y le interesaba de un modo
auténtico. Solía hacer preguntas de difícil respuesta, resultado de sus lecturas
y profundas reflexiones de un momento particular. No le interesaba lo fácil, ni
lo superficial, y una conversación real no podía ser breve ni de fácil despacho.
Era así desde los veinte años y continuó así hasta el final recientísimo.
En 2016 se dedicó a viajar por América,
Europa y ahora, el 2017, entraba en Asía. Seguíamos a través de Facebook sus
evoluciones por el mundo con interés y sorpresa: parajes alucinantes, grandes
bellezas arquitectónicas o naturales, comidas exóticas, personajes interesantes.
Decidió esta bella e increíble forma de acabar su vuelo por la vida (siempre efímera,
no nos engañemos). Me cuesta aceptar que no volveremos a conversar -ya no en
dominios tan oscuros como los de Goya- como hicimos en épocas más recientes,
menos luminosas de lo que hubiéramos querido. Otros quedaron en el camino en
esos tiempos lejanos, terribles y complejos, a los que Victor sobrevivió con
dignidad. Falleció durmiendo en el aeropuerto de Bangkok -eso me dicen y me
calza la versión-, pienso que esperando el último vuelo, un acto poético digno
de su temple y de su vida entera. Un abrazo, querido Victor, y hasta siempre.
Santiago, 12 de enero de 2016
Diego Muñoz Valenzuela
11 enero, 2017
La ruta del té: crónica de un breve e intenso viaje a China
Viajé a China invitado por la
Academia de Literatura Taetea y el Centro Regional de Institutos Confucio para
América Latina (CRICAL) para participar en el Tercer Foro de Literatura
Internacional Contemporánea en Lijiang (Taetea), en la sureña y hermosa
provincia de Yunan, fronteriza con Laos, Birmania y Vietnam. Fue un viaje
acelerado (estuve diez días allá más otros tres de largos vuelos), repleto de
sorpresas y aprendizajes porque implicaba conocer un mundo desconocido (fue
como una visita a un planeta perteneciente a una galaxia muy lejana,
comentábamos con el escritor Mempo Giardinelli), y una continua experimentación
en cámara rápida de nuevas sensaciones y conocimientos: olores, sabores,
paisajes, lenguaje, costumbres.
Podría escribirse un libro
completo acerca de estos diez días, con infinitas preguntas y algunas
respuestas. La vivencia anima a repetirla en el futuro, para poder primero
digerirla, procesarla, establecer hipótesis y regresar en busca de más
información. Yunnan es una provincia en el enorme contexto de China (tiene
cuarenta y siete millones de habitantes), con ciudades a una escala muy humana como
Lijiang, sede del Foro, que tiene un millón de habitantes (Kunming, en cambio, la
capital de Yunnan, es muy populosa: tiene seis millones de habitantes). Hay que
agregar la presencia de mucho más de veinte etnias diferentes, todas las cuales
son respetadas y apoyadas para asegurar su continuidad; en consecuencia es una provincia
con un componente multiétnico muy importante.
Lijiang es una ciudad en esencia
nueva -China es un gigante en continuo crecimiento y expansión- pero con una
tradición cultural muy asentada y poderosa. La Ciudad Vieja de Lijiang, que
proviene del siglo XIII, fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1997 por
la Unesco, notable refuerzo al turismo que es consustacial a la zona, por su
gran belleza, los impresionantes e imborrables paisajes de la Montaña de Dragón
de Jade, coronada por nieves eternas. Lijiang es una ciudad montañea, a 2400
metros sobre el nivel del mar, con cielo azul y atmósfera prístina (que después
echamos mucho de menos en Beijing). Curiosamente, la notable altura no se hace
sentir, tal vez por la pureza del aire.
Entre las múltiples sorpresas,
estaba la explicación del vocablo “Taetea” en el nombre del Foro Literario, muy
destacado en las convocatorias, afiches, anuncios y profusa papelería destinada
a la difusión. Taetea es un consorcio cuyo negocio es la producción y venta de
un té de altísima calidad, el Pu’er, destinado a un exclusivo grupo de
consumidores de gustos muy refinados. La empresa Taetea financia -entre muchas
otras iniciativas de fomento al arte y la cultura- a la Academia Literaria que
organiza el Foro, con el liderazgo del escritor Cheng Peng. Una situación como
ésta es completamente inconcebible en Chile. Que una gran empresa nacional o la
filial de una internacional financiaran un quehacer literario permanente; mucho
menos un encuentro de escritores. Esto me hace ver que en China hay empresas
que asignan valor al desarrollo del arte, y en especial a la literatura; es
decir, comprenden el estrecho vínculo que existe entre cultura y desarrollo, y
más específicamente entre lenguaje, literatura, cooperación y creatividad. Y me
permito sentir una sana envidia, al menos la suficiente para formular esta
pregunta (o más bien clamor): ¿Cuándo alcanzaremos en Chile un estándar
semejante?
En este Tercer Foro estaba presente
una apreciable cantidad escritores y escritores chinos de Yunnan y otras
provincias, entre ellos dos conocidos por un viaje reciente a Chile organizado
por CRICAL: Wen Xue y Ye Duo Duo, dos buenos amigos. Los invitados
internacionales eran un escritor belga, una editora francesa, David López del Amo,
un agente literario español avecindado en China, el gran narrador argentino
Mempo Giardinelli (querido amigo con quien fue un enorme gusto compartir este
viaje memorable) y este servidor. Además, una amplia gama de autoridades
diversos países de CRICAL -presididas por su Subdirector, en Doctor en
Literatura Sun Xintang- y estudiantes
curiosos e inquietos aprovechando al máximo esta experiencia de aprendizaje.
La inauguración del Foro, así
como el cierre, se manifestó en actos con mucha presencia de público y gran
interés de los medios de comunicación, televisión incluida. El Foro fue muy
destacado en las noticias regionales; es posible que en ello influyera la
presencia activa de autoridades de la ciudad y la provincia, así como de la
Sociedad de Escritores de China, representada por su Vicepresidente, una
autoridad considerada muy relevante por los medios (otra diferencia apreciable
con Chile).
En el Foro, los únicos dos
escritores que representábamos a nuestros países, y en cierto modo a
Latinoamérica, pudimos ofrecer conferencias acerca del estado actual de nuestra
narrativa en Argentina y Chile, y -respondiendo preguntas de los asistentes-
referirnos a fenómenos tales como la circulación siempre escasa (una paradoja)
de la literatura actual entre nuestros países de habla hispana, la
multiplicidad y heterogeneidad de estilos, temáticas y tendencias, proliferación, la proliferación de
microeditoriales alternativas que coexiste con la presencia dominante de los
grandes grupos trasnacionales, la influencia de la historia reciente en nuestra
obra.
En mi ponencia tuve la
oportunidad de reseñar la labor creativa de las tres generaciones activas en
novela y cuento: la de los Novísimos, la del 80, y la de los Hijos de la Dictadura, mencionando
tendencias, características principales, exponentes destacados. Particular
mención hice de los temas novedosos: el significativo y acelerado desarrollo de
la novela negra y neopolicial, el renacimiento de la literatura fantástica y la
ciencia ficción, la irrupción del microcuento o Minificción desde mediados de
los 70.
También hubo oportunidad de
visitar la ciudad de Lijiang y sus alrededores. La Ciudad Vieja es un auténtico
monumento: casas medievales con bases de piedra, estructuras superiores
fabricadas con bellas maderas, techos de tejas tradicionales con
ornamentaciones muy cuidadas. Constituye un estupendo paseo para el día y la
noche, cuando se convierte en lugar para la convivencia, compartir comida y
bebidas, y hasta para el baile o el popular karaoke. También se encuentran
ventas de artesanía de la provincia: coloridas y hermosas piezas tejidas a
telar, campanas, adornos de madera, bisutería, cerámica y cientos de muestras
de arte popular.
Sobresalió un viaje a lomo de caballo por los
tramos iniciales de la antigua ruta del té, una cabalgata de un par de horas,
encumbrándose hacia los selváticos cerros, camino del sur del Tibet, donde -desde
tiempos remotos- los potentados pagaban a precio de oro las hojas aromáticas
provenientes de Yunnan. Esta recompensa generosa animaba a los comerciantes a
realizar travesías peligrosas e inciertas que duraban muchos meses. Nosotros,
como es natural, hicimos una imitación muy limitada de la travesía original, que
tenía casi cuatro mil kilómetros, pero
alcanzamos a sentir la sensación de empinarnos por los cerros con rumbo al
lejano Tibet. Pudimos conocer algunos de los paisajes naturales más hermosos de
China, así como de reconocer manifestaciones culturales de las diversas etnias,
además de bosques, ríos, lagos y monumentos exultantes.
Notable la aldea de nueves
colores cercana al aeropuerto de
Lijiang: Jinlong, un lugar de fantasía, pródigo en rosas de infinitos
colores, con cada casa pintada en un propio color pastel, y frecuentes murales.
Como para filmar cuentos de hadas.
A la entrada de las casas
tradicionales hay un muro cuya función es evitar que ingresen los demonios,
cuya costumbre es caminar en línea recta: ¡Ojalá en nuestro país esta
estratagema surtiera efecto!
Se percibe en el ambiente una
gran pulsión positiva por la vida: energía, interés, pasión por el trabajo,
ganas de hacer, una suerte de optimismo. China es una nación que crece con una
fuerza imparable; esa es mi sensación. Un gran gigante en movimiento. No me atrevo
a enunciar hipótesis explicativas; opto por consignar el hecho.
La edición de un libro, me
informan, puede alcanzar 50.000 ejemplares. ¡Qué prodigio! Los escritores
chinos viven de su trabajo y gozan de respeto social evidente. Algunos
disfrutan de ingresos cuantiosos; no quiero establecer comparaciones con Chile.
Terminado el Foro, Mempo
Giardinelli y yo concurrimos a Beijing para dictar conferencias en los
Departamentos de Español de las
Universidades de Renmin y el Instituto Politécnico de Beijing (BIT). El interés
por conocer el estado de nuestras narrativas fue patente y recibimos muchas
preguntas que denotaban comprensión, curiosidad y conocimiento. Hubo tiempo
para recorrer la enorme ciudad, y conocer maravillas como la Ciudad Prohibida,
La Gran Muralla, el Templo del Cielo.
Una visita, como expresé al
inicio, acelerada como película muda, con sorpresas a cada paso, con mucho
afecto mutuo. Tal vez nos hermane la relación con la tierra, un posible factor
común. En Yunnan eso fue más intenso, tal vez por las montañas y los paisajes
de belleza campesina. Regresé a Chile con esta impresión recargada de
sorpresas, imágenes, experiencias gratificantes y afecto. Una nueva razón para
alimentar el deseo de seguir conociendo la literatura china, viva expresión de
un gigante cultural milenario.
Diego Muñoz Valenzuela
Suscribirse a:
Entradas (Atom)